Micro-Relato: EN OTRO TREN DE LA INDIA
Alisha, con sus piernas
torcidas por la polio y su escoba de paja roída esperaba en el andén la llegada
del siguiente tren. Sus ojos, de un negro tan profundo como el cosmos,
destelleaban desde la salida del túnel con la esperanza de ser la primera en
abalanzarse sobre la locomotora y de un brinco subirse al primer vagón antes
que ningún otro niño. La oyó acercarse a pesar de los gritos de los vendedores
de samosas, chapati, lashi y chai, que con grandes aspavientos corrían de un
lado a otro del apeadero temerosos de perderse la ocasión. Como un ratón
tullido, y de un sólo respingo, consiguió encaramarse al primer vagón, a pesar
de los forcejeos y empujones de la muchedumbre, y con sus manos diminutas abrió
la puerta de madera corredera que daba al coche cama de la clase C. Rápidamente
comenzó a barrer bajo los asientos agujereados y forrados de un cierto-pelo
verde, entre las piernas de los pasajeros, entre los restos de comida de la
noche anterior, los vasos de papel maloliente, las bolsas de plástico
reventadas y las cucarachas que se paseaban felizmente por el suelo y por
encima de sus pies. Sus pupilas chisporroteaban ahora como dos bengalas y
sonrió anchamente porque sabía que hoy alguien se compadecería de ella. Dejó el
suelo impoluto y fue entonces cuando sonó el silbato, pero nadie le ofrecía una
moneda. Esperó unos segundos antes de que el tren arrancase y de que sus ojos
dejaran de brillar. A toda prisa, se dirigió a la puerta y desde las escaleras
se lanzó para estrellarse contra el suelo. Entonces lo vió: un billete de dólar
volaba desde una ventana para posarse frente a ella y al otro lado, desde el
fondo de la estación, una manada de niños pordioseros que corrían hacia ella mientras
se pegaban y se tiraban de los pelos.
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