Es el mar un horizonte de esperanza
y de espera.
En cada orilla cambia su mirada.
Un banco de tristeza cuyas olas sostienen los brazos ancestrales del gemido.
Un juego para niños que aprenden a reír en el vientre salado de lo inmenso.
El espejo del sol donde se funden dioses y estrellas, oráculos, imperios y el olvido de lo que era sagrado.
La memoria del mar se refugia en las rocas y su sabiduría horada la estructura,
se extiende sobre el eco de la espuma
deseosa de agarrarnos los pies y arrastrar nuestro cuerpo mar adentro,
mientras escupe sobre nuestro rostro
las lecciones que no hemos aprendido.
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