Se me hace raro despertarme en domingo
y que mi boca no busque la tuya,
que la nariz, con tiento de sabueso, no olfatee tu cuello y tu cabello,
que no haya una cadera que recoja mi cuerpo en cucharita,
que no responda el eco de tu abrazo
al decirte te quiero,
y no vuelva a dormirme,
pegada a tu regazo,
mientras suena la lluvia
en la ventana.
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