El fusil del miedo
me dispara en la tregua del sueño.
Traumas de muñeca descoyuntada
que protege su médula
en el frío de un alambre de espino
para mantenerse erguida
en el vacío del bloqueo,
en el golpe que destruye la mente,
en el grito ahogado
que estrangula
la posibilidad
de volver a ser
una persona.
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