Arde la ciudad.
El dragón de un imperio
cargado de impotencia
sobrevuela la caída adolescente
del desafío.
Envuelve el humo
la ràbia de un disparo a bocajarro,
el sabor metálico de un craneo
que no alcanza a digerir
el cañón sin razón
que empuña el odio.
Llegan las llamas
hasta la frontera del dolor,
donde se incendia la paciencia
con el gasóleo de los reprimidos,
el cóctel molotov de las desigualdades
que habita en los pasillos
de un infierno perfumado de
"Liberte, Egalite, Fraternite"
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